Durante este primer
año de grado hemos aprendido algo que ya sabíamos, aunque no fuéramos
conscientes de ello: que el aprendizaje válido para cualquier persona es aquel
que podemos aplicar en nuestro día a día, es decir, un aprendizaje significativo.
¿Aprender algo que
ya sabíamos? ¿Cómo es posible hacer eso?
Los niños cada día
nos ofrecen ejemplos de esta gran paradoja. ¿Sabrían ellos definir qué es la
inclusión? No. Pero ellos, innatamente son inclusivos, no dan de lado a ninguno
de sus compañeros. Somos los adultos quienes vamos metiéndoles en esa cabecita
los prejuicios que creemos como verdades universales. Esto nos hace ver además,
que tenemos mucho más que aprender de ellos que ellos de nosotros. Aprender a
aceptar lo que nos rodea y no excluirlo por el hecho de que sea diferente. Somos
(o debemos ser) conscientes de que somos diferentes unos de otros, no hay que
negar la evidencia, ¿pero por qué, en lugar de utilizarlo como una ventaja eso
lo vemos como un inconveniente? Si en un equipo de fútbol todos fueran
delanteros, el equipo no funcionaría. Todos querrían meter gol. Entonces…
¿quién pararía la pelota? ¿Quién defendería el área? Traslademos esto al aula;
si todos nuestros estudiantes fueran iguales, la clase no funcionaría. Cada uno
de ellos tiene una habilidad especial con la que puede ayudar al grupo, por eso
es importante que las clases sean heterogéneas, lo más heterogéneas posibles,
para que unos aprendan de otros. Trabajar en grupo y que esta realidad se
proyecte en él es muy importante. Los grupos de trabajo en clase deben ser como
máximo de cinco alumnos para poder trabajar de forma cómoda, y cada uno de los
miembros debe tener un cometido para que el grupo se organice bien. En lugar de
dar las clases teóricas y trabajar de forma individual, ¿por qué no hacerlo en
grupos? Claro que es difícil manejar una clase en la que se trabaja por grupos,
porque son los alumnos los que marcan el ritmo de ésta y no el profesor, pero
ahí es donde entra las competencias del profesor y su eficiencia. Si durante su
formación ha aprendido a trabajar de esta forma, cuando llegue a “su” clase, le
será menos difícil.
Trabajar por grupos
implica hacer las cosas algo más despacio, porque se tiene que aprender a
dialogar, a escuchar y sobre todo a tomar decisiones conjuntamente y ver que,
lo que uno haga puede afectar al grupo. Si esto lo vamos aprendiendo desde
pequeños, lo trasladaremos a la sociedad en la que vivimos. Recordemos que la
escuela debe ser un reflejo de la sociedad, y si estamos trabajando valores
como el respeto a los demás, el trabajo cooperativo, la ayuda entre iguales,
etc., esto necesariamente ha de reflejarse en nuestra sociedad.
El mundo cambia
continuamente en lo que a los medios de difusión de información se refiere, y
el colegio, por ende, debe adaptarse a ello. Este trabajo, sin ir más lejos
está en un blog y los que lo estáis leyendo es porque está en una red social.
¿Es por ello peor que otros trabajos que se han hecho en papel? Está llegando a
vosotros, y de la otra forma, tan solo mi profesora y alguno de mis compañeros
tendrían acceso a él. Esto es precisamente lo que hay que enseñar: que a través
de las redes sociales se puede enseñar y que es mucho más motivante que un
libro de 800 páginas. De esta idea es de donde han nacido las TICs, aulas donde
se utiliza la tecnología para aprender como un método complementario (y no
sustitutivo) al tradicional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario